domingo, 15 de febrero de 2009

Ardiendo desde adentro


Lucas Márquez nació en una buena familia de Buenos Aires. Estudió en un colegio privado y logró granjearse de amistades importantes. A los 26 años había entendido la naturaleza humana que lo rodeaba de una manera sorprendente. No pensaba en la muerte o en Dios. Tampoco en el amor. Menos aún en la utilidad del hombre o esas forradas. Sus devaneos, despierto o dormido, estaban focalizados en un solo y único tótem: la plata. 

El resto, según su interpretación, eran soliloquios para el hombre viejo, fuera de época. Había logrado una buena posición económica desde una pequeña empresa propia de servicios informáticos. Pero no todo era ideal en su vida.

Desde hacía algún tiempo cargaba con algo denso. Insoportable y tóxico. Sucede que cada dos frases –a veces incluso en ráfagas- repetía la palabra “sorete”. Todo era “sorete” para él. “Ese tipo siempre fue un sorete”; “¡Hay que ser sorete!”; “¡Que restaurante sorete!”:; "¡Me tengo que fumar ya un sorete...!".

Era una manera de expresarse que por alguna razón se le había impregnado, pegado y adherido a la lengua con brutalidad. Para él, un chico promisorio, la imagen resultaba fundamental. Y ahí estaba esa palabra carcomiendo todos sus fundamentos, bajándolo al subsuelo de las criaturas ordinarias.

Hace un año su novia Alejandra se fue. Lo abandonó. Nunca supo porqué, o en todo caso, las explicaciones le sonaron inverosímiles. Siempre había sido muy atento y funcionaba como un sistema basado en la satisfacción ajena primero, para obtener la propia después. Nunca fallaba. Pero Alejandra decidió terminar. 

Intimamente pensó que era por esa palabra: "sorete". Había recibido advertencias sobre el abuso que hacía de ella para casi todo. Incluso pensaron juntos algunos substitutos (bajón, embole, etcétera), pero ahí estaba acechando siempre lo mismo: “sorete”. La cosa pugnaba por salir de su boca a toda costa. Cuando Lucas terminaba por distraerse, en medio de una conversación cualquiera, el dicterio, aparecía con un ímpetu infernal. Lo pronunciaba claro y exagerado: “sssoretttttte”. Así con la "T" bien marcada, lo cual, le daba una fuerza inusual a un término que sonaba sucio, escatológico y algo pervertido. Alejandra, supuso él, un día no aguantó más.

Con el tiempo, algo que todavía resultaba menos divertido, empezó a usar “sorete” también para calificar las cosas que le agradaban. “Sorete de plata” decía. O “sorete de auto” opinaba él y desconcertaba incluso al transpirado vendedor de autos. Una vez, un amigo, le había contado que una chica con la que había salido empleaba también el término “sórdido” o “decadente”  para las cuestiones que le atraían. “Estoy re decadente” le contó que solía repetir la chica cuando se vestía bien. Invertía sensualmente los significantes.  Ojo, su amigo le aclaró, que a la chica le gustaba el agua sucia de verdad y que no se trataba, como él, de un muchacho con aspiraciones. Lucas estaba cada vez más deprimido.

El asunto llegó a su punto más alarmante un tarde en una importante reunión de trabajo. Lucas había planificado la venta de un sistema de informática a una empresa y sólo restaba cerrar el contrato con los dueños de la compañía. El despacho era amplio, pero un poco oscuro y de estilo antiguo. Había llegado preparado. Corbata impecable, traje y una camisa rosa leve comprada esa mañana para la ocasión. En su cabeza, cerrar el negocio, era de los más sencillo. En cambio,contener a esa bestia, insana, asquerosa y maloliente, que empujaba hacia el exterior lo tenía inquieto.

-“Los términos me parecen correctos señor Márquez. La única duda es que hay otra compañía que nos propone soluciones similares con una cotización ligeramente menor”, pronunció el empresario.

Lucas reflexionó. Miró hacia abajo. Apretó con intensidad el borde de la mesa de madera y dijo:  

-“Esos no saben un ssooorrettttte….. nada…..perdón…. no están en el neg….de la inform…” Y su voz terminó apagándose, volviéndose débil y ligeramente lasciva...


 Continuará (algún día)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fuego
Nuestro
Suero
Dueño
nuestro
estamos enfermos
fuego
nuestro
aliados
infierno
silencio para vos
fuego
nuestro
pecados para dos
se la van en la oscuridad
motivos para confesar
crímenes en la intimidad
cositas fuera de lugar
suero
dueño
nuestro
estamos enfermos
fuego
nuestro
aliados
infierno
silencio para vos
fuego
nuestro
pecados para dos
se la van en la oscuridad
motivos para confesar
crímenes en la intimidad
cositas fuera de lugar