viernes, 6 de febrero de 2009

Música de cañerías


Andrés leyó: "Este cambio responde a la necesidad de fortalecer la llegada a nuestras audiencias estratégicas mediante un manejo coordinado de nuestro portfolio de marcas, formatos y temáticas".

¿Cómo?, pensó. Quería saber si lo echaban o no, pero Andrés, como tantos otros, deberá esperar.

Los encargados de eso que llaman marketing en las empresas son unos imbéciles. Junto con el abuso de la palabra "sinergia" que, a no confundirse, sólo quiere decir, "eso que tenés que hacer por mí", estos tipos hallaron un lenguaje que suena bien, que calza perfecto en su microclima, que queda sofisticado, pero que no es otra cosa que una galimatía detrás de la otra sin sentido. 

Otra vez, el amigo DF, nos hizo notar algunas características de esa especie de código morse que utilizan con todo el mundo algunos personajes para jactarse. De tanto repetirlo, el resto también empieza a usarlos y, entonces, estos malditos creen que han ganado otra batalla cuando lo escuchan en boca de otro. 

Igual no es exclusivo de los corrosivos hombres y mujeres del marketing sino también de la gente a la que le gusta presumir con la tecnología. Entonces viene esto: geek, teki, linkear -cada dos palabras-, smartphone, gadgets, etcétera. Todas palabras que ellos suponen con un significado fundamental para la vida de sus clientes o de nosotros que seríamos lo mismo. ¿Saben qué es un gadget? Una boludés que se bajan algunos en la pantalla de la computadora para jugar, por ejemplo, al Simon -jueguito estúpido si los hay- o un relojito pedorro de diseño. 

También en otros ámbitos han surgido términos importados, deformados y bobos. En el periodismo no se habla más de notas: ahora son features. En el ambiente del cine no se habla más de ir a ver una locación o recorrer un terreno para filmar, sino de scouting  -esto lo escuché hace poco en una cena con amigos que disfrute muchísimo, cabe aclarar-. Estos términos han cobrado un peso gigantesco capáz de aplastar a los inadaptados de siempre que prefieren hablar de "reportaje" o de "colaboración" en lugar de "sinergia". 

Ojo: lo peor hoy en día es decir "empresa" en lugar de "compañía". Eso sí que significa el automático destierro. Compañía, al parecer, suena perversamente amigable, algo que le encanta a esta gente lanzada a decidir sobre los mortales. 

Andrés nunca va a saber si lo están "invitando a dejar la empresa", como suele decirse, o si se trata de un mensaje en clave para cagar al que está sentado a su lado. 

¡Bienvenido al mundo muchacho! 

    

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una inmensidad de chácharas nos ha hecho obtusos. No es una cuestión de miedo. No estamos asustados, sólo estúpidamente llenos de ideas prefabricadas. No logramos librarnos de ellas.

Quien está decidido a llevar a cabo sus actos no es una persona corajuda. Es simplemente alguien que ha clarificado sus ideas, que se ha dado cuenta de la futilidad de hacer esfuerzos por jugar bien el papel que le ha sido asignado por el capital en la representación. Consciente, ataca con fría determinación. Y al hacerlo se realiza como hombre. Se realiza a sí mismo en el placer. El reino de la muerte desaparece ante él. Incluso si crea la destrucción y el terror de los amos, en su corazón, y en el corazón de los explotados, hay placer y calma.

El código de la necesidad de comunismo sustituye al código de la necesidad de producir. A la luz de esta nueva necesidad las decisiones del individuo adquieren un sentido en la comunidad del juego. La ausencia de realidad y de consistencia de los modelos de muerte del pasado es descubierta.
La destrucción de los amos es la destrucción de la mercancía, y la destrucción de la mercancía es la destrucción de los amos.

Para romper el cerco mágico de la dramaturgia mercantil debemos rechazar los roles, incluido el de “revolucionario profesional”.
La lucha armada debe escapar a la caracterización de la “profesionalidad”, a la que la división de tareas que el aspecto externo de la producción capitalista quiere imponerle.

Que vuele la lechuza. Que las acciones mal empezadas lleguen a buen puerto. Que la revolución, tanto tiempo aplazada por los revolucionarios, sea realizada a pesar de sus deseos residuales de paz social.

A.B