Las religiones o el comportamiento religioso siempre provoca sospechas.
Y no estoy hablando de los dogmas clásicos como el cristianismo, el judaísmo, el protestanismo, el luteranismo, el calvinismo, el hinduismo, el shintoismo, el islamismo, el taoismo y algunos “ismos” más. Sino de otros nuevos, solapados, aún sin organización, pero mucho más dañinos, si es que puede haber algo peor. El culto por la salud, la vida sana, el “mantenerse joven” creo que es la nueva religión de occidente, con consecuencias que, todavía, no pueden sopesarse en toda su magnitud.
Como sea, legiones de personas en el mundo consideran, hoy a la salud, como un valor moral, más que una dicha. Y, a la enfermedad, como un pecado, más que una caída en desgracia. Es grave. Muy grave: de una insensibilidad perversa. Los niveles de megalomanía por centímetro cuadrado alcanzan un grado que no podrían haber imaginado ni Napoleón ni Adolf Hitler. La transvalorización que vaticinó Nietzsche, justo para esta época de la historia, qué curiosidad, nunca estuvo más clara. Hay que dar la “vida” por la "salud”.
Toda religión tiene sus rituales y códigos. El “saludismo” también. Miren sino a todos esos jóvenes, “viejos y torpes”, calzándose pantalones de felpa y las zapatillas para participar del “tenkei” (10K). O los miles que ejercen un juego sádico con quienes no aceptan dejar de fumar o de beber. Cuidarse la salud, vivir más, y ser joven, aparece increíblemente relacionado con el buen temple y la seguridad que deberían transmitir o intentar vender los mejores exponentes de la sociedad. Entre los hombres, frente a la inseguridad general de un género en extinción, el “saludismo” se propaga como la peste. Estos muchachos, ahora, se cuidan, trabajan, ganan mucho dinero -eso dicen- y, como si fuera poco, viven eternamente.
No hay conversación que me cause mayor aburrimiento que la que gira en torno del cuidado del cuerpo: un elemento, además, que presiento perecedero. Inclusive esta nueva religión cuenta entre sus filas a “atletas del progresismo” (AP) que consideran una gran batalla ganada a las tabacaleras, por decir algo, que en la Capital Federal o en Rosario se haya prohibido fumar en los locales públicos. Ellos, pobres imbéciles, corren -siempre es lo mismo- todas las mañanas o juegan al squash y comen hierbas, mientras el resto de los subnormales, toma whisky, se emborracha, fuma como murciélagos y, para colmo –algo imperdonable-, pichan de vez en cuando.
Y no estoy hablando de los dogmas clásicos como el cristianismo, el judaísmo, el protestanismo, el luteranismo, el calvinismo, el hinduismo, el shintoismo, el islamismo, el taoismo y algunos “ismos” más. Sino de otros nuevos, solapados, aún sin organización, pero mucho más dañinos, si es que puede haber algo peor. El culto por la salud, la vida sana, el “mantenerse joven” creo que es la nueva religión de occidente, con consecuencias que, todavía, no pueden sopesarse en toda su magnitud.
Como sea, legiones de personas en el mundo consideran, hoy a la salud, como un valor moral, más que una dicha. Y, a la enfermedad, como un pecado, más que una caída en desgracia. Es grave. Muy grave: de una insensibilidad perversa. Los niveles de megalomanía por centímetro cuadrado alcanzan un grado que no podrían haber imaginado ni Napoleón ni Adolf Hitler. La transvalorización que vaticinó Nietzsche, justo para esta época de la historia, qué curiosidad, nunca estuvo más clara. Hay que dar la “vida” por la "salud”.
Toda religión tiene sus rituales y códigos. El “saludismo” también. Miren sino a todos esos jóvenes, “viejos y torpes”, calzándose pantalones de felpa y las zapatillas para participar del “tenkei” (10K). O los miles que ejercen un juego sádico con quienes no aceptan dejar de fumar o de beber. Cuidarse la salud, vivir más, y ser joven, aparece increíblemente relacionado con el buen temple y la seguridad que deberían transmitir o intentar vender los mejores exponentes de la sociedad. Entre los hombres, frente a la inseguridad general de un género en extinción, el “saludismo” se propaga como la peste. Estos muchachos, ahora, se cuidan, trabajan, ganan mucho dinero -eso dicen- y, como si fuera poco, viven eternamente.
No hay conversación que me cause mayor aburrimiento que la que gira en torno del cuidado del cuerpo: un elemento, además, que presiento perecedero. Inclusive esta nueva religión cuenta entre sus filas a “atletas del progresismo” (AP) que consideran una gran batalla ganada a las tabacaleras, por decir algo, que en la Capital Federal o en Rosario se haya prohibido fumar en los locales públicos. Ellos, pobres imbéciles, corren -siempre es lo mismo- todas las mañanas o juegan al squash y comen hierbas, mientras el resto de los subnormales, toma whisky, se emborracha, fuma como murciélagos y, para colmo –algo imperdonable-, pichan de vez en cuando.
Estos señores, los “AP”, para colmo suelen quejarse el autoritarismo, de la insensibilidad social del sistema y, de pajas por el estilo, cuando representan, a esta altura, a la policía más abominable: la que no permite disfrutar del propio ocaso, la del "gatillo (nike) fácil". "Después te sentís mucho mejor" suelen argumentar los saludistas sobre el tema de correr y correr y correr.
Como dijo alguna vez un pensador argentino a quien no voy a nombrar (no me acuerdo el nombre): “Querer ser saludable en un mundo enfermo es realmente patológico”.
Como dijo alguna vez un pensador argentino a quien no voy a nombrar (no me acuerdo el nombre): “Querer ser saludable en un mundo enfermo es realmente patológico”.
Hace años salía de un boliche localizado en Avenida de Mayo, digamos que en mal estado, y casi me atropella el ejército “tenkei”: www.youtube.com/watch?v=6tKk06sSPOY. Recuerdo que eran como las 9 del domingo y, claro, no había reparado en que estaba cruzando la línea de largada de una exhibición del “saludismo” más rancio por la avenida 9 de Julio. Estos milicos en pantaloncitos cortos estuvieron a punto de aplastarme y escuché que alguien me puteaba por lo bajo (creo que me dijo "puto" con mucha "p")
En perspectiva, ya empiezo a tomarle cariño al hecho de ingresar a una iglesia, sentarme ahí, pensar en silencio y hasta tirarme algún lance con un santo a ver si se cumple algo. Música para esto se me ocurre mucha. Pero este tema de “vida saludable” me parece que resume mis sentimientos: http://www.youtube.com/watch?v=VxCM9dellRs
5 comentarios:
La dentadura de Shane Macgowan es un ejemplo de salubridad...
Aguante Shane "Colgate" Macgowan!!
Ch
Un dentista ahí, por favor!! Los emos nunca van a entender nada... NC parece el Papa al lado de este individuo.
Buenos comentarios. Me quedé con algunas cosas colgadas sobre el tema como el tema de la bandas musculosas: desde Henry Rolling hasta NIN y los hevys Manowar. Algo que siempre me llamó la atención. Entré por casualidad a ver a NIN cuando vinieron y la verdad es que parecían jugadores de basquet más que músicos...
Una reflexión: "Mens sana in corpore tullido".
Lo de la integridad física no nos importa tanto.
Estos predicadores del saludismo (no por saludo) no solo son perversos, sino extremadamente insensibles, pero debo confesar que siempre que los veo (y por suerte no cruzo palabras) recuerdo que hay que correr muy rápido de los seres estos que tienen gorra, espozas y fierros y algo de lo que ellos hacen tengo que hacer, para poder seguir esta vida de mierda, pero en las calles.
Un abrazo Fraternal !
PD: SOSPECHO QUE TODOS LOS ISMOS SON DE NATURALEZA OPRESORA.
(A)
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