domingo, 9 de noviembre de 2008

La seca


Juan Cabrera se ahorcó ayer. Se colgó del mismo paraíso donde sabía sentarse a tomar mate cada madrugada. Todavía tibio, lo bajaron sus hijos y lo llevaron al hospital inútilmente porque llevaba muerto por lo menos tres horas.


El viento de la mañana sembró la noticia y los vecinos empezaron a decir que junto con el campo se le había secado el cuerpo.


Como el suelo, las almas se van agrietando y por las hendijas desaparecen las alegrías...
Esta es la historia de don Juan, el ahorcado:

La tarde se tiñó de naranja y las viejas sentenciaron: "Ese color anuncia buen tiempo".
Esa noche vieron a Juan en el boliche, jugando a la baraja, como siempre. Hablaron de las familias que se fueron y de las que tienen ganas pero no saben cómo...
Volvió a su casa con la noche inmóvil y las estrellas estampadas sobre el cielo negro, presagiando otro día de sol. Tal vez pensó que no quería morir tapado de ese polvo que, como Dios, estaba en todos lados...

Tal vez fue eso...

Tampoco faltó quien trajera a cuento los viajes de Juan al pueblo y las ausencias de la mujer de Ramírez... Alguien vio la camioneta de Juan pasar por esa casa, ya tarde, la noche antes de la muerte. Todos recuerdan que desde que se instaló la seca lo veían bastante seguido por aquellos lados, siempre a horas extrañas...

Ramírez vendió el campo, pronto se va y se lleva a su familia.

Tal vez fue eso...

Esta sequía se está llevando todo....

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