lunes, 18 de mayo de 2009
miércoles, 13 de mayo de 2009
Cabalgaremos
Si quedara varado en un bar para siempre y hubiese una banda tocando quisiera que fuera definitivamente Slim Cessna's Auto Club.
Suelo escaparme de las recomendaciones musicales, pero esta no podía guardármela. Algunos medios en los Estados Unidos dicen que es la mejor banda del mundo en vivo. No lo podremos comprobar nunca, porque acá no la conoce nadie.
Son de Denver, quizá el bolsón más interesante de lo que ocurre actualmente musicalmente en ese país. Podrían definirse como altcountry, pero van más lejos. Mezclan la oscuridad faulkneriana con un country rock acelerado. Usan mandolinas y tremolosas guitarras del sur de ese país a un ritmo devastador.
En pleno auge del folk (que se define como un tipo con una guitarra acústica haciendo canciones aburridas) los Slim son como una patada en el orto. Podés seguir a la ME y todos esos inventos de banditas de inglesitos que parecen los Jonas Brothers despeinados. O podés investigar por otros lugares del planeta. Más arriesgados y menos elegantes que Caléxico y casi tan incendiarios como los Sex Pistols (no por nada son editados por Arternative Tentacles de Jello Biafra), los Slim podrían asemejarse a los locales Los Alamos pero... buenos.
Al frente está Jay Munly (foto) un personaje con una pinta siniestra y voz cascada. Munly tiene dos o tres discos solistas también muy recomendables. Cipper, el último de Slim, en mi humilde opinión es soberbio.
En cierta parte del Sur de los EE.UU. están ocurriendo cosas. Con la impronta de una sombra oscura y los fantasmas de antiguos cowboys algunas bandas como Wovenhand (ex Sixteen Horsepower) o Tarantella (que no se si existen) refundaron el goticismo entre pantanoso y desértico a lo Faulkner y McCormick. Basta de vampiros y toda esa mierda de castillos encantados, ahora, el tema va por otro lado.
Recomiendo poner en Myspace Americadio y Children of de Lord, ambos de Slim.
Que disfruten la info.
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lunes, 11 de mayo de 2009
Enano maligno
Pensaba que quería ser Papa, pero le gustaba tanto hacerse la paja que no imaginó un futuro por ahí.
De aspecto degradado, Carlos Julián Centeno, nació bien y se puso mal de pronto.
En Ibicuy, Entre Ríos, le había caído alguna porquería de esas que usan para matar todo en el campo y lo había dejado pequeño. Tenía una estatura de juguete con un rostro de hombre mayor.
Su metro cuarenta eran todo resentimiento. Y su motor era transformarse en el peor hijo de puta de todos los tiempos. Abrazó la causa eclesiástica desde un costado laico después de trasuntar las noches de La Night, un cabarulo de Concordia. La Orden le enseño mucho. Por ejemplo, eso que llaman: "la hora de gloria". Que más o menos significa no perder ni un minuto de tiempo desde que uno se levanta para trabajar en las trapisondas del día.
Eso incluyó mucho estudio, preparación y el tesón sin freno para forjarse un lugar en algún garito de poder. Las Fuerzas Armadas resultaban muy obvias, la política demasiado pecaminosa, juntar dinero: de negros. Entonces, siempre con el motor de la intolerancia, la Orden y el resentimiento, decidió dedicarse al siempre inexpugnable recurso del periodismo. Y, cagando gente hizo carrera.
Con el odio (nunca manifiesto) por su impiadoso físico y su culposa inclinación perversa por las putas terminó armando una familia y tuvo hijos. Ninguno conoce sus secretos, aunque los suyos incluso desconfían de ese hombre pequeño y maltrecho que hace una caricatura de la seriedad bienpensante.
Nostradamus nunca realizó ninguna predicción sobre la Argentina. Sí las hizo del mundo (algo más fecundo, seguro) y, en sus devaneos, esbozó que el fin del mundo llegaría con la entronización del primer emperador negro. De haberse ocupado de este país hubiera ubicado en sus afiebradas interpretaciones el avance de un enano maligno.
Estén atentos...
miércoles, 6 de mayo de 2009
TripasCorazón
Un disco raro. Más maldito que oscuro. Menos afrancesado y más tanguero. Lo quiero, porque nos llevó a lugares que nunca pensamos ni siquiera tocar musicalmente. Hay muchos demonios dentro y siguen ahí intactos.
La tapa es seca. El contenido no tiene ninguna reminiscencia a fiesta de pueblo (como muchos discos por ahí), ni acercamientos obvios a ritmos telúricos, ni guitarritas de juguete en plan latino, ni evocaciones al baile de feria, ni contoneos con la canción francesa, ni una mierda. Creo que es el más personal de las obras de AT.
Es duro como el cemento, pero, a la vez, más tímbrico que los anteriores.
Es el primer disco con músicos invitados de verdad (no borrachos que estaban por ahí) y es el primer disco al que le pusimos cierto nivel de producción. No siento que hayamos logrado lo que en verdad queríamos (avanzamos mucho en las historias, sin embargo). Pero lo intentamos con mucha sangre saliendo por todos lados.
A quienes les gusta Angela Tullida creo que les va a costar aceptarlo. Y, a quienes no les gusta, lo van a odiar. Tengo mis canciones preferidas. Tengo mis canciones menos queridas. Tengo el disco en la mano. Pero no tengo donde escucharlo.
No sé si querría, en verdad. El día está demasiado claro. Angela Tullida no.
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