Quienes viven en zonas naturalmente exuberantes tienen suerte. O no.
En la ciudad, en cambio, el paisaje es el prójimo. Para odiar, amar o sorprenderse uno depende del idiota que pasa frente suyo, come al lado, vive en la otra puerta o putea en la calle.
Es así: no hay naturaleza viva con la cual entretenerse. Ni montañas, ni mar, ni selva, ni nada, salvo cemento y gente.
Por eso, las frases ingeniosas que uno puede pescar a la pasada resultan un bálsamo, una bocanada de aire fresco, aunque uno mismo puede llegar a resultar una víctima de ellas. Aquí van algunas:
1 De un jefe de la
-“El que no se adecue a los cambios va a tener que pasar a la biblioteca de la institución”
-(¿…?) (Periodista)
-“Y la
2 De una madre a su hija de cinco años:
-“No me entra en la cabeza cómo podés hacer tanto quilombo”
-“Entonces va a tener que crecerte la cabeza” (su hija)
3 De una llamada telefónica de un personaje totalmente hegomaníaco a una amiga que ya no lo soporta:
-“Hola: te llamaba para contarte lo que estoy haciendo”
-(¿…?) (Amiga)
4 De un jefe a un empleado a propósito de la negativa a un pedido de un día para estar con su familia:
- “Pero dígame: ¿dónde va a estar mejor que acá?
- (¿…?) (Empleado)
5 De una remera en el subte en la que se leía la leyenda “Feministas orgullosas” y abajo:
-“Somos malas, pero podemos ser peores”
-(El mensaje es bastante claro)
Pueden agregar las suyas: intentemos que no sean remanidas.
Angela Tullida (foto) vuelve a tocar en Buenos Aires. Próximo 19, a las 22, en El Perro Andaluz: Bolívar 850